lunes, 13 de octubre de 2025

La biblioteca de mentiras que nos enseña a detectar fake news


 

 


La biblioteca de mentiras que nos enseña a detectar fake news

 

 

Miren, hoy les tengo que contar una historia que está muy entretenida. Imagínense esto: año 2011, un tipo llamado Earle Havens, que trabaja en la Universidad Johns Hopkins, va donde el decano y le dice: "Mire, necesito que la universidad gaste plata en comprar... mentiras. Sí, una colección entera de falsificaciones y cosas inventadas".

Y lo loco es que lo convenció.

Una biblioteca llena de falsificaciones

La cosa es así: existe esta colección llamada Bibliotheca Fictiva, que tiene más de 1200 falsificaciones literarias. Estamos hablando de manuscritos que supuestamente escribió Shakespeare (pero no), obras de poetas romanos que nunca existieron, poemas de sacerdotes inventados... Todo falso. Todo mentira. Todo fabricado.

Y Havens le dice al decano: "Mira, nunca habíamos necesitado algo así más que ahora". ¿Por qué? Porque con internet y las redes sociales, las fake news están por todos lados. Y él pensaba: "Si queremos entender lo que está pasando hoy, tenemos que ver que esto no es nuevo. La gente lleva mintiendo y falsificando cosas desde que inventamos la escritura".

Y funciona. La universidad compra la colección (no dicen cuánto pagaron, pero imagino que no fue barato) y la ponen en una biblioteca preciosa en Baltimore.

Los coleccionistas de mentiras

¿Y quiénes vendieron esta colección? Una pareja de libreros, Arthur y Janet Freeman, que se dedicaron décadas a coleccionar falsificaciones literarias. Arthur empezó con esto en 1961, cuando era estudiante y se obsesionó con un tipo del siglo XIX llamado John Payne Collier, que era un erudito respetadísimo hasta que se descubrió que había falsificado miles de anotaciones en una copia de Shakespeare. El tipo literalmente inventó cosas y dijo "esto lo escribió un contemporáneo de Shakespeare". Tremendo.

Y de ahí Freeman se enganchó. Empezó a coleccionar de todo: poemas falsos de Martín Lutero (que no era precisamente poeta), historias sobre la Papa Juana (una mujer que supuestamente se disfrazó de hombre, llegó a ser Papa y la descubrieron cuando dio a luz en medio de una procesión en Roma... sí, esa historia se la creyeron durante siglos hasta el XVII).

¿Para qué sirve estudiar mentiras antiguas?

Acá viene lo interesante. Desde que Johns Hopkins tiene esta colección, los profesores la usan para enseñar alfabetización mediática. Y ojo, esto es relativamente nuevo en el mundo académico, porque antes los estudiosos pasaban olímpicamente de estudiar falsificaciones. Pero ahora, con todo el tema de las fake news, la gente está volviendo al pasado para aprender.

Y hay algo súper importante que dice Havens: no se trata solo de aprender a distinguir si algo es verdadero o falso. Se trata de entender que todo texto tiene una intención detrás.

Una estudiante, Chinyere Ihim, lo explica perfecto. Dice que después de este curso cambió su forma de pensar: ya no se pregunta solo "¿Es cierto?", sino "¿Quién creó esto? ¿Quién se beneficia? ¿Qué están tratando de hacer? ¿Qué miedo o deseo están explotando?".

Porque siempre hay una razón, ¿cachan?

Ejemplos históricos que te vuelan la cabeza

Tomen la "Donación de Constantino". Esta es posiblemente la falsificación más importante de la historia occidental. Era un documento del siglo VIII que decía que el emperador romano Constantino le había regalado la mitad occidental del Imperio Romano al Papa. ¿Y saben qué? El Vaticano usó este documento durante siglos para justificar su poder político. Recién en 1440 un erudito demostró que era falso.

O los relatos de viajes inventados, donde describían tierras lejanas llenas de "salvajes" y "curiosidades". Ihim dice algo heavy: "Estas historias ficticias se convirtieron en el modelo para el comercio transatlántico de esclavos. La imaginación se convirtió en realidad, lo cual es aterrador".

¿Y qué pasa hoy con la IA?

Bueno, hoy el panorama es complicado. La gente está expuesta a más información que nunca, de más fuentes que nunca. Y no solo es difícil saber en qué confiar, sino que la gente está cansada. Hay "fatiga de noticias". La confianza en los medios ha caído en picada.

Y ahora llega la IA generativa y complica todo más. Hay más de 1200 sitios web generando noticias poco fiables con IA, prácticamente sin supervisión humana. La IA puede crear casos legales falsos, artículos falsos, lo que sea.

Pero acá hay una forma interesante de verlo: la IA es solo la última herramienta en la larga historia de la humanidad de moldear y distorsionar narrativas. Como dice un investigador francés, Damien Charlotin: en el mundo legal siempre ha habido manipulación, falsificación, ataques malintencionados. Lo que pasa es que ahora, gracias a la IA, "podemos detectar más fácilmente a los abogados descuidados y malos".

O sea, los malos abogados ya existían antes de la IA, así como la tendencia humana a mentir y falsificar existía mucho antes de que inventáramos el término "fake news".

¿Hay esperanza?

La pregunta del millón es: ¿podemos superar este momento?

La buena noticia es que la humanidad tiene un buen historial superando crisis de información. La experiencia acumulada —en bibliotecas, universidades, instituciones científicas— generalmente gana al final.

La pregunta es si esa experiencia puede seguir el ritmo de la velocidad y magnitud del engaño actual. Y si el público también puede seguir el ritmo.

Como dice Christopher Celenza, otro profe de Johns Hopkins: "Habrá teorías descabelladas, habrá conspiraciones, habrá errores. Pero esperemos que, con el tiempo, si nos mantenemos unidos, nos demos cuenta de que la experiencia acumulada sigue siendo algo por lo que debemos luchar".

Y yo agregaría: por eso importa preguntarse siempre quién está detrás de cada historia, qué agenda tienen, qué quieren que creamos y por qué. Porque si algo nos enseña esta biblioteca de mentiras, es que la gente lleva siglos tratando de manipularnos. Y la mejor defensa es estar atentos y hacernos las preguntas correctas.