El pueblo de Castilla y León con la Semana Santa más pequeña de España
Yo había estado durante Semana Santa, en Sevilla.
Creí haberlo visto todo. Sin embargo no tengo la capacidad de relatarlo, porque es una fiesta, con carruajes bordeando la calle. Apenas descansan unos minutos, toman agua y siguen bailando. De todas las edades...todo un espectáculo
Y por es creo que no hay una procesión de Semana Santa igual a otra. Cada ciudad o pueblo de España tiene sus particularidades. Algunas son sumamente multitudinarias, donde la pasión religiosa se confunde con el atractivo turístico, como la de Cáceres. Otras cuentan con siglos de historia, como la de Cuenca, que se celebra desde más de 400 años. También hay una larga lista de procesiones que son, cuanto menos, curiosas; muchas veces con la tradición arraigada en ceremonias medievales, como sucede con la de Zamora con sus 'despertadores humanos'. Y hay una que llamará la atención está en este pueblo de Ávila, que se caracteriza porque seguramente es la que participan menos personas: apenas tres elegidos.
Esta procesión se realiza cuando el Jueves Santo da paso al Viernes Santo, en una ceremonia de gran recogimiento donde si bien solo hay tres protagonistas, sí es presenciada por un buen número de vecinos y turistas que quieren ser testigos de un evento que trasciende las fronteras del pueblo.
Uno de los pueblos más bonitos de Ávila
La villa en cuestión es Bonilla de la Sierra, en Castilla y León, que gracias a su patrimonio artístico fue la primera localidad de la provincia de Ávila en sumarse a la lista de los Pueblos Más Bonitos de España. Las raíces de este rincón abulense, situado en una orografía montañosa, se remontan a tiempos prehistóricos, desde fines del Neolítico a la Edad de Bronce, como dan fe los santuarios hallados en las cercanías, donde se supone que se realizaban sacrificios rituales.
El poder eclesiástico ha dado alas al progreso de Bonilla en tiempos medievales, desde que diversos obispos (entre ellos Alonso de Madrigal, considerado como uno de los padres del humanismo en España) han impulsado la fortificación del pueblo, la construcción del castillo y la creación de una iglesia tan grande que bien podría haber sido designada como catedral.

La iglesia-colegiata de San Martín de Tours, en Bonilla de la Sierra
La imponente iglesia colegiata
La Iglesia colegiata de San Martín de Tours, sin duda, es su monumento más emblemático. El cardenal, Juan Carvajal, quien buscaba un sitio para pasar el verano mientras la catedral de Ávila estaba en obras, ordenó la construcción del templo a principios del siglo XV, donde se ve una transición del gótico inicial a un estilo más depurado.
Edificada en sillería de granito, las obras durarían cerca de un siglo, que dejarían un imponente templo en el que destacan sus pináculos decorados con borlas, sus grandes ventanales, los retablos que se presentan bajo estéticas renacentistas y barrocas y el campanario del siglo XVI (aquí aseguran que es uno de los más bonitos de la provincia). Seguramente al entrar llamará la atención el suelo, tapizado de tumbas de monjes, sacerdotes, inquisidores y nobles. ¿A quiénes corresponden? A esta altura, difícil saberlo con precisión, ya que cientos de años y miles de pasos han ido borrando las inscripciones.
La Plaza Mayor y el castillo
La presencia de este templo eclipsa a la Plaza Mayor, donde se ven varias casas señoriales que fueron construidas para alojar a los acompañantes de los prelados que residían en el castillo de Bonilla, y que se caracterizan por los soportales de madera y piedra.
Ese recinto fortificado, del que sobrevive un tramo de la muralla, además de ser hogar temporal de obispos y cardenales, alojó al rey Juan II y acogió sínodos episcopales. La torre del homenaje es lo que mejor se conserva, con sus almenas altivas, donde en su planta baja se puede ver una interesante decoración pictórica en las paredes, con motivos geométricos y vegetales; además de representaciones de mujeres conversando y de un caballero bien armado.

La Procesión de los Negros
Pero volvamos a la iglesia-colegiata. En la medianoche del Jueves Santo, con la tenue iluminación de las velas, dentro del templo se escucha el metálico sonido de una campana pequeña llamada esquila. Luego las notas de un fagot, y enseguida, el retumbar de un tambor. De una puerta lateral, sale una figura enteramente vestida de negro, con capucha incluida. Muy pero muy lentamente baja por una de las calles del pueblo cuando, minutos más tarde, emerge otra persona vestida de la misma forma, que mantiene una distancia prudencial de 30 metros. Al rato, es el turno de un tercero.
Cada uno toca su instrumento, e inician la marcha con solemnidad, donde se toman una hora para recorrer apenas 500 metros. No hay más, son solo tres cofrades. Tampoco hay estandartes, figuras religiosas, incienso ni nada de la liturgia de Semana Santa. Esta es la Procesión de los Negros, seguramente la más pequeña de España, que con solemnidad anuncian la muerte de Cristo.
La marcha por las calles del pueblo se repite, a pleno sol o bajo la lluvia, el Viernes Santo, tras el Vía Crucis. Los tres cofrades llegan hasta donde se honra al Santo Sepulcro, y ahí sí, a cara descubierta, acompañan a los vecinos del pueblo y visitantes que comparten su devoción en esta fiesta religiosa.