domingo, 13 de abril de 2025

Desde mi Ventana

 

 

                                                             Desde mi Ventana

 

El interior de la catedral, con sus suelos, sus techos y sus paredes, también hará volar nuestra mirada, perdiéndose por la grandiosidad de la cúpula, que alberga un mirador espectacular. De vuelta al exterior, yo me centro en las Puertas del Paraíso que visten al Baptisterio.

Es mi tercera visita a Florencia, y sigue sorprendiéndome. Cuento mis planes de ir a recorrer el Corredor Vasariano (Piazza della Signoria) que da una idea del abrumador poder de los Médici. Para acceder sin ser vistos; la intrigante familia construyó en 1564 este pasadizo secreto de un kilómetro, que une el Palazzo Vecchio con el Palazzo Pitti.

Sólo se puede visitar con reserva , por lo que cuento con los buenos oficios de Gianni. El trayecto, si logro un cupo, dura unas cuatro horas, con desayuno incluido en la terraza de la Galleria degli Uffizi. La fortuna de los Médici se concentra aquí (más de 700 obras), en el considerado primer museo del mundo de pintura renacentista.

Freud decía que de la belleza también se puede enfermar, y es que lo “bello” lleva intrínseco un elemento perturbador que puede alterar nuestras facultades intelectuales y turbarnos el ánimo. ¿No ha sentido nunca un cierto estado de animo diferente al escuchar música?

Si no le ha pasado con la música, perdone que lo ponga en duda. No se si servirán de verdad, pero las playlists de Spotify o antiguos CD ́s con Mozart para Dormir, Chopin para Estudiar, y cien más dedicados a los niños. Si hasta existe el Beatles for Babies.
Lo que sí sé. Es que no fui el primero en experimentarlo, ni seré el último, por mucha realidad virtual que exista, y como comentaba, que este desasosiego tienen el nombre del escritor francés Marie -Henry Beyle.

Es conocido como el síndrome del estrés del viajero o la enfermedad de los museos. Los turistas que lo han sufrido aquejan taquicardia, sudoración, sofocación, tensión emocional, agotamiento y mareo: o sea una pequeña y positiva Crisis de Pánico.

Por eso, cuando uno le pregunta a un florentino qué es lo que son; responderán diciendo qué es lo que fueron. Y en verdad razón no les falta. Sus calles están sembradas de obras artísticas, desde la cúpula , que puede verse desde cualquier punto de la ciudad –y del mundo, dirían los florentinos- hasta la iglesia de Santa Croce, pasando por el palacio de los Uffizi, la Piaza della Signoria, el Ponte Vecchio o la casa de Dante, por citar tan sólo alguno de ellos.

Con tanta acumulación de belleza artística por metro cuadrado no es de extrañar que Stendhal, sufriera un empacho artístico, como conté anteriormente. Y en verdad esto paso. Un 22 de enero de 1817 tras un largo día paseando por las calles de Florencia, admirando tallas, cúpulas, frescos, fachadas... el escritor comenzó a encontrarse mal al llegar a la iglesia de Santa Croce. En su diario escribió: “me latía el corazón, la vida estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme”. Tras ser examinado por un médico, que no hizo otra cosa que tomarle el pulso y mirarle a los ojos, le dijo que padecía de “sobredosis de belleza”. En 1989 , una psiquiatra italiana, la doctora Graziella Magherini, después de llevar más de dos décadas trabajando en el Hospital de Santa María Nuova, en Florencia, describió más de un centenar de casos similares al que sufrió Stendhal en turistas y visitantes de la ciudad. Se describe científicamente como una reacción psicosomática y corporal provocada por la saturación que produce la sobre contemplación de la belleza en un corto espacio de tiempo. No en balde, Stendhal llegó a Florencia en una diligencia después de un viaje de varias horas, en el que no hubo lugar para el descanso. El escritor francés inició su periplo por Italia el 24 de septiembre de 1816, viaje que le llevaría a conocer Milán, Bolonia, Roma y Nápoles, entre otras ciudades.




Los viajes se conciben en la mayoría de los casos como descanso, diversión o aventura, y, en algunos casos, como alimento del alma. En esta última acepción vendría a representar una aventura interior y una fuente de pasiones, aquí estaríamos en riesgo de sufrir esta curiosa patología. Por este motivo, yo me quedo con el referente romántico del síndrome de Stendhal, y con el hecho de que la contemplación de la belleza sublime puede originar un ritmo emocional in crescendo que se puede traducir en síntomas psicosomáticos. Seguro que más de uno estará pensando a estas alturas que si Stendhal hubiese viajado a otros lugares como San Petersburgo, Córdoba, Estambul o París habría corrido la misma suerte. A mi no me cabe la menor duda.


Vicente Pérez y Pilar Amenábar


Esa noche, invité a los Pérez- Amenábar, para decantar las emociones y las horas de avión; a un dato entregado por mi cuñada, quien estudió Arte y Restauro en Florencia; el secreto mejor guardado en la familia: La Trattoria Casalinga: donde sirven exclusivamente platos típicos de la Toscana con una excelentísima calidad . Una de las cosas que más nos gustó es que no había ni un sólo turista en el local, a pesar de ser sábado y temporada alta. Reconozco que no tengo nada de gourmand ni de gourmet, pero no por ello soy incapaz de discernir entre un plato bien preparado a uno que no.
Sin embargo, por sobre el agrado de una comida, esta en inmenso placer de la compañía, que en este caso, me trae los más lindos recuerdos de Soledad.

 

Hotel Excelsior en Florencia

 



 Hotel Excelsior

 

Sale al encuentro Gianni Riatsch, y la fría noche florentina, en la Piazza Ognissanti, cambia por completo. Estamos entrando a una joya que proyectó Brunelleschi, de acuerdo a los registros de Vasari, en sus “ Vidas”. Cuatrocientos años distan del encargo efectuado por parte de la familia Giuntini, para lo que hoy es el Gran Hotel, y nuestro amigo lo cuida como reliquia.

Abro mi ventana, hacia el Arno, y aparece majestuosa gran cúpula, “ Il Duomo”. La segunda y más imponente estructura de este tipo, después del Panteón en Roma. La obra de este joven Filippo Brunelleschi, que no cumplía 41 años cuando se la adjudicó.

Está con un costado cubierto de andamios y malla de color, en plena reparación.
No se había llevado el concurso para las puertas del Baptisterio, a los 23 años, por tanto, estas dos bóvedas octogonales superpuestas, han desafiado a los arquitectos e ingenieros, computadores incluidos, para restaurar tan magnífica pieza gótica, alma florentina, dan cuenta de una talento sorprendente, ahí , frente a mis ojos.

El Síndrome del Viajero: Diario de Florencia, de Stendhal, entero subrayado, me parece que cobra cuerpo y siento esa sensación destilada en el célebre episodio que él experimenta al salir de la iglesia de Santa Croce de Florencia:

“ Había alcanzado ese punto de emoción en el que se encuentran las emociones celestes inspiradas por las bellas artes y los sentimientos apasionados la vida se había agotado en mí y caminaba temeroso de caerme.”

El conocido síndrome de Stendhal, expresión que acuñó la psiquiatra florentina, tema que comentare más adelante ,y documentado como algo vivido por numerosos visitantes en Florencia, es una noción que trasciende a esa ciudad y concierne a todo viajero sensible. Y es que la capital de la Toscana respira arquitectura, pintura y escultura por todos y cada uno de sus rincones. Una belleza florentina que sobrecoge.
Que maravilla. Que deja sin palabras.

Quizás convenga leer este Síndrome del viajero ante todo como un reconocimiento al Stendhal viajero, que nos enseña una forma de viajar, su particular forma de ver, su mirada siempre inteligente e intensa, su concepción del viaje como observación, diversión, alimento para el alma, como aventura interior, como fuente de pasiones que lo son por la vida. Porque esta ciudad es como un museo al aire libre, por el que vagar sin prisas y por el que suspirar por volver otra vez. Adentrarse en sus encantos sin la presión del tiempo, no obstante, es complicado, pero hay imprescindibles que no se pueden dejar de ver.

¿ Televisión ...qué es eso ?; hasta mi computador, me parece un poco raro en esta pieza maravillosa con vista hacia la cuna de grandes artistas. Teléfono..” Gianni, ya vamos, estoy con Filippo, Sí, sí. comemos en el sexto piso, que pongan otro puesto. Voy con Stendhal “

En nuestra mesa, no hay mucho espacio para frivolidades. Estamos exhaustos con el largo viaje, con stop over de 10 horas en Londres, y la vista nos tiene absortos.

Qué sería de Florencia sin su característica postal presidida por la cúpula de Santa Maria del Fiore? Preguntan al unísono dos amigas embelesadas por la vista desde la terraza. Y es que su espectacularidad y el delicado mármol blanco y verde de su fachada le confieren el merecido protagonismo del que hace alarde. La Piazza del Duomo, ahí la catedral se levanta imponente ante los ojos encandilados de quienes se rinden a sus pies, pudiendo disfrutar toda la ciudad desde lo alto del Campanile de Giotto. A primera hora de la mañana, proponen ir a Santa Maria del Fiore ya que amanece solitaria a la espera del frenesí habitual, por lo que vale la pena despertarse bien pronto para evitar las aglomeraciones y contemplar en profundidad toda la belleza del lugar.

London Clinic

 



Durante años, Pan American Airways, tuvo un plan denominado Open Jaw, que más que una traducción literal, es un gesto de sorpresa; ya que permitía, al comprar un pasaje a Estados Unidos, agregar cualquier destino europeo por U$ 120, y devolverse al punto de origen desde allá, O sea, un triangulo. De repente, parecerá pedantería, si no se tiene en consideración este pequeño “detalle “, que uno pudiese ir por tres días a París, o a visitar a unos amigos a Madrid por el fin de semana.

KLM y sus representantes fueron muy generosos, al invitarme varias veces a Holanda, pero significativamente, cuando cumplió 80 años de existencia, donde reunió a 80 Travel Writers, uno por país, de todo el mundo justo bajo la Ronda Nocturna, y tener una de las experiencias más increíbles de mi vida, atendido por varios mozos y una comida de película.

Viajes donde se podía fumar, después, con sección fumadores , hasta lo que hemos vivido estos últimos años, donde no es concebible, que alguien prenda un cigarro, en la clase que sea. Viajes que hacían de el agente de viajes, un ser indispensable, para acceder a un itinerario o ruta más agradable que otra. Consejos sobre aeropuertos, o paradas, que más bien parecen estadías, hasta el día de hoy al hacer escalas, insufribles, por ahorrarse unos pocos dólares o por no revisar la letra chica del pasaje, o de la reserva en Internet..

Aprender a viajar ligero de equipaje, bastante más fácil hoy en día, con cámaras digitales y celulares que con tantos gadgets, hasta sirven hasta para hablar. Ni decir lo que significó la llegada de los iPads, donde van mis libros, fotos, videos, y agenda, entre muchas aplicaciones que ayudan tanto en reducir el peso, aunque es sorprendente las mochilas que he visto, en la espalda de varios pasajeros, que superan con mucho las medidas permitidas para llevar en la cabina.

Al comenzar este libro, había terminado de digitalizar una cantidad importante de diapositivas o slides, ya que uno de los CD ́s que tenía, lo perdí. Y, ahí en ese repaso por tantos lugares, ayudado por la cuarentena, me dio un impulso para juntar algunas de las historias más relevantes. Alguno de estos viajes, los que hice en compañía de periodistas, o personas invitadas en lo que se denominan Fam Tours, inevitablemente, me harán detenerme en alguno de ellas, pues la mitad del cuento se basa en su presencia.


Vicente Pérez Zurita, gran periodista y querido amigo, era el RP de British Airways. Trabajaba con su mujer, la encantadora Soledad Amenábar (†), también periodista y tuvo a cargo de armar algunos viajes fantásticos, entre ellos, en conjunto con Rosario Rozas, representando al Hotel; donde asistimos a la reinaguración del Hotel The Westin Excelsior.

Llegamos a Londres, para cambiar de avión con destino a Pisa, y luego en Van a Florencia. Ese mismo día, apenas llegamos al salón en Heathrow, nos sorprendió en vivo la detención de Pinochet por televisión. No pudimos sustraernos de tremenda noticia y esa mañana del 17 de octubre de 1998, despachamos con los medios con que contábamos a distintos diarios lo que estaba pasando. Oscar Izurieta, agregado militar en Londres, por razones obvias, inubicable: estaba en la London Clinic, y nosotros partíamos a las 5 de la tarde.


Historia de mis Paseos

 


 Mi método como paseante urbano es simple: camino sin mapa y sin brújula, dejándome guiar únicamente por la curiosidad. No tengo prisa por llegar a ningún lugar. No hago planes muy detallados. Voy a donde mis pasos me lleven, confiando en el azar y el capricho para conducirme a encuentros fortuitos y pequeños descubrimientos.

A veces me detengo horas frente o dentro de una tienda, como suele suceder con las librerías de Buenos Aires, o aquellas de Edimburgo, donde nadie te apura. Otras, sigo desde un café a algún desconocido que despierta mi interés, imaginando su vida privada a partir de sus gestos y vestimenta. Cuando la ciudad me abruma, busco refugio en algún parque o jardín, esos oasis donde se filtra la calma de la naturaleza.

Para mí, cada paseo es una aventura en miniatura, un acto de exploración y descubrimiento. Voy por la ciudad como el naturalista va por el campo, atento a cada detalle, maravillándome ante la diversidad de la vida. Puede parecer una suerte de Acto Poético, y solo aquellos que lo han sentido me entenderán sin un prejuicio de frivolidad.

El flâneur está siempre alerta, con los sentidos aguzados. Abriéndose a leer la ciudad como quien lee un libro: en cada esquina hay un párrafo, en cada rostro una historia. Con paciencia logro descifrar el idioma secreto de la calle.

Comparto así la visión de Baudelaire, para quien el paseante solitario es "un príncipe que disfruta en todas partes de su incógnito". La ciudad es mi reino, y mis súbditos son la muchedumbre anónima.

El verdadero flâneur camina sin propósito y es justamente esta falta de dirección lo que permite el hallazgo de lo inesperado. Dejo que la ciudad me sorprenda, me conmueva, me replantee mis certezas sobre la condición humana.

Cada jornada de vagabundeo urbano es para mí una aventura introspectiva. Entre la muchedumbre me encuentro a mí mismo. La ciudad parece disolverse en mi interior. Me siento parte del pulso anónimo de la multitud.

Soy un espectador invisible que se mezcla en el gran teatro de la calle. Y la ciudad es mi musa, mi maestra, mi galería y mi escenario. Mis paseos son el homenaje a esa gran dama siempre fascinante que es la urbe son alma. Ciudades sin alma, no son parte de mi repertorio. Las he vivido y las he escapado.



Quien sería Donald Trump en la Ilíada


 Entre los libros a los que he recurrido una y otra vez a lo largo de mi vida, buscando consuelo, sabiduría, alegría o autocomprensión, la "Ilíada" de Homero ocupa un lugar destacado.

Como todas las obras de arte perdurables, con cada lectura me ofrece una nueva e insospechada perspectiva sobre la naturaleza humana. Esto se debe, quizás, a las circunstancias cambiantes del mundo o de mi propia vida, como una montaña, inmutable en sí misma, parece cambiar cada vez que la observamos desde un nuevo ángulo.

Releí la "Ilíada" por última vez en enero, poco después del cambio de administración en Washington. Lo que descubrí en ese momento particular de la política estadounidense fue que los líderes del pendenciero y disfuncional liderazgo griego se habían convertido en un elenco de personajes extrañamente familiar. Y mientras leía, no pude evitar preguntarme: si Donald Trump fuera un personaje de la "Ilíada", ¿quién sería? 

Un breve recordatorio de los puntos principales de la trama. Los griegos llevan nueve años sitiando Troya tras el rapto de Helena por un príncipe troyano. Tras una exitosa incursión costera, el rey griego Agamenón elige como botín de guerra personal a la doncella Criseida, hija de un sacerdote de Apolo, quien lo castiga con una plaga sobre los griegos. Agamenón apacigua al dios accediendo a devolver a Criseida a su padre, pero a cambio exige que el príncipe Aquiles, el guerrero más temible del ejército griego, le entregue a su propia esclava sexual, la princesa Briseida. 

Aquiles se retira a su tienda en un ataque de furia épica y resentida, negándose a luchar hasta que Agamenón se disculpe y le devuelva a Briseida. Solo cuando su alma gemela, Patroclo, muere en batalla a manos del príncipe heredero troyano Héctor, Aquiles se convence de volver a la contienda para vengar a su amigo asesinando a Héctor. Aun así, no es hasta que el rey troyano aparece en el campamento griego y le ruega que devuelva el cuerpo de Héctor que Aquiles finalmente aprende los poderes curativos de la empatía.

Entonces, ¿quién es el Trump del Egeo? Si vas a jugar a este juego, lo primero que debes recordar es que la Guerra de Troya se desencadenó por un caso monumental de dignidad herida y la percibida necesidad de venganza, al igual que las ambiciones presidenciales de Trump comenzaron con su humillación pública en la Cena de Corresponsales de la Casa Blanca de 2011 a manos de Barack Obama. 

En ese contexto, el primer candidato obvio para el Trump de la Edad de Hierro tendría que ser el rey griego Menelao, el agraviado esposo de Helena e instigador de la guerra. Pero si bien Menelao no es exactamente un personaje secundario en el poema, difícilmente puede describirse como el principal impulsor de la acción principal. Cabe recordar, también, que aunque la "Ilíada" termina antes de la caída de Troya, fuentes griegas posteriores afirman que Menelao perdonó a Helena y vivió con ella en una feliz y monógama reconciliación a partir de entonces, lo cual difícilmente concuerda con lo que sabemos sobre Trump.

El siguiente candidato, y mucho más probable, es Aquiles, quizás el protagonista más desagradable del poema épico. Aquiles es un matón petulante, susceptible, vengativo y narcisista que se aferra al rencor con la tenacidad de un perro rabioso. Es infantil, propenso a las rabietas y carente de compasión. Destruirá a todo aquel, amigo o enemigo, que se interponga entre él y sus deseos. Deja a sus aliados en la estacada cuando más lo necesitan. Como todos los líderes griegos que esclavizan a las mujeres de sus enemigos derrotados, es un depredador sexual. 

No se deja convencer por argumentos que apelen a su generosidad, su sentido de la justicia o su humanidad. ¿Les suena familiar? Sin embargo, al final de la "Ilíada", Aquiles parece finalmente haber tomado consciencia de sí mismo, haber aprendido algo importante sobre sí mismo y haber cambiado, quizás incluso haberse ablandado; es imposible imaginar a Trump consiguiendo eso. Por eso apuesto por el rey Agamenón. Nunca cambia ni aprende. Es un bruto en el Libro 1 y sigue siendo un bruto en el Libro 24. La única manera de conseguir algo es arrogando su autoridad e intimidando cuando la persuasión sería la opción más sensata.

Cuando gana, se regodea; cuando pierde, despotrica. Es inmune a la vergüenza y su única lealtad es hacia sí mismo. Se encierra en el campamento mientras otros luchan por él. Culpa a cualquiera menos a sí mismo cuando sus planes fracasan. Deja que otros hagan el trabajo sucio, pero siempre reclama la mayor recompensa, incluso si eso significa estafar a quienes se han arriesgado por él. Como lo describe Pat Barker en su novela "El silencio de las doncellas", Agamenón es "un hombre que no ha aprendido nada ni olvidado nada, un cobarde sin dignidad, honor ni respeto". 

Aquiles lo llama "un rey que devora a su propio pueblo". Puede que sea rey, pero incluso quienes cumplen sus órdenes lo desprecian por completo. Hay otros candidatos potenciales en el ejército griego, como el sanguinario y arrogante Diomedes, que lucha contra los mismísimos dioses, o el quejoso e insufrible Tersites. En cuanto a los troyanos, Homero generalmente los describe con una paleta más amable, con mayor sentimiento de familia y menos moral.

Lapsus, aunque el cobarde Paris, que se esconde en la cama mientras otros luchan y confía en la intervención divina para salir de apuros que resultarían fatales para la mayoría de nosotros, es un personaje desagradable. En última instancia, sin embargo, es difícil ver a Trump como alguien distinto a Agamenón. Después de todo, es este rey quien lidera a sus compatriotas en una cruzada apocalíptica, contraproducente y alimentada por el agravio contra un enemigo que es, sin duda, más humano, más sabio y más civilizado que él. 

Y aunque los griegos pudieron haber ganado la guerra, al final causó mucho dolor, sufrimiento y penurias innecesarias a todos los involucrados y no benefició ni siquiera a aquellos en cuyo nombre se libró.

Zapallar. Lentes en Viaje


 



Libro sobre Zapallar