Hotel Excelsior
Sale al encuentro Gianni Riatsch, y la fría noche florentina, en la Piazza Ognissanti, cambia por completo. Estamos entrando a una joya que proyectó Brunelleschi, de acuerdo a los registros de Vasari, en sus “ Vidas”. Cuatrocientos años distan del encargo efectuado por parte de la familia Giuntini, para lo que hoy es el Gran Hotel, y nuestro amigo lo cuida como reliquia.
Abro mi ventana, hacia el Arno, y aparece majestuosa gran cúpula, “ Il Duomo”. La segunda y más imponente estructura de este tipo, después del Panteón en Roma. La obra de este joven Filippo Brunelleschi, que no cumplía 41 años cuando se la adjudicó.
Está con un costado cubierto de andamios y malla de color, en plena reparación.
No se había llevado el concurso para las puertas del Baptisterio, a los 23 años, por tanto, estas dos bóvedas octogonales superpuestas, han desafiado a los arquitectos e ingenieros, computadores incluidos, para restaurar tan magnífica pieza gótica, alma florentina, dan cuenta de una talento sorprendente, ahí , frente a mis ojos.
El Síndrome del Viajero: Diario de Florencia, de Stendhal, entero subrayado, me parece que cobra cuerpo y siento esa sensación destilada en el célebre episodio que él experimenta al salir de la iglesia de Santa Croce de Florencia:
“ Había alcanzado ese punto de emoción en el que se encuentran las emociones celestes inspiradas por las bellas artes y los sentimientos apasionados la vida se había agotado en mí y caminaba temeroso de caerme.”
El conocido síndrome de Stendhal, expresión que acuñó la psiquiatra florentina, tema que comentare más adelante ,y documentado como algo vivido por numerosos visitantes en Florencia, es una noción que trasciende a esa ciudad y concierne a todo viajero sensible. Y es que la capital de la Toscana respira arquitectura, pintura y escultura por todos y cada uno de sus rincones. Una belleza florentina que sobrecoge.
Que maravilla. Que deja sin palabras.
Quizás convenga leer este Síndrome del viajero ante todo como un reconocimiento al Stendhal viajero, que nos enseña una forma de viajar, su particular forma de ver, su mirada siempre inteligente e intensa, su concepción del viaje como observación, diversión, alimento para el alma, como aventura interior, como fuente de pasiones que lo son por la vida. Porque esta ciudad es como un museo al aire libre, por el que vagar sin prisas y por el que suspirar por volver otra vez. Adentrarse en sus encantos sin la presión del tiempo, no obstante, es complicado, pero hay imprescindibles que no se pueden dejar de ver.
¿ Televisión ...qué es eso ?; hasta mi computador, me parece un poco raro en esta pieza maravillosa con vista hacia la cuna de grandes artistas. Teléfono..” Gianni, ya vamos, estoy con Filippo, Sí, sí. comemos en el sexto piso, que pongan otro puesto. Voy con Stendhal “
En nuestra mesa, no hay mucho espacio para frivolidades. Estamos exhaustos con el largo viaje, con stop over de 10 horas en Londres, y la vista nos tiene absortos.
Qué sería de Florencia sin su característica postal presidida por la cúpula de Santa Maria del Fiore? Preguntan al unísono dos amigas embelesadas por la vista desde la terraza. Y es que su espectacularidad y el delicado mármol blanco y verde de su fachada le confieren el merecido protagonismo del que hace alarde. La Piazza del Duomo, ahí la catedral se levanta imponente ante los ojos encandilados de quienes se rinden a sus pies, pudiendo disfrutar toda la ciudad desde lo alto del Campanile de Giotto. A primera hora de la mañana, proponen ir a Santa Maria del Fiore ya que amanece solitaria a la espera del frenesí habitual, por lo que vale la pena despertarse bien pronto para evitar las aglomeraciones y contemplar en profundidad toda la belleza del lugar.
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