sábado, 26 de abril de 2025

Un Paseo por los Secretos de la Basílica de San Pedro

 


 

Un Paseo por los Secretos de la Basílica de San Pedro: De la Calle a la Cúpula


No podría haber encontrado un día más fatídico para llegar a Roma. En ninguna de las guías que mencioné, advierten sobre el “Ferragosto”. No hay nadie en las calles y supe después de esta experiencia, que la mitad de los romanos estaba en una siesta y la otra en Siena, para el Palio.

El sol romano baña la Via della Conciliazione, esa gran avenida que parece diseñada por un dios barroco para guiar nuestros pasos hacia la majestuosa Basílica de San Pedro. A lo lejos, la cúpula de Miguel Ángel domina el horizonte, como un faro espiritual. Pero hoy no nos conformaremos con la típica foto desde la plaza. Hoy entraremos, exploraremos sus rincones menos transitados y descubriremos secretos que muchos pasan por alto. Eso es lo que tengo en mente , mientras busco una sombra para este día de calor inclemente.

El Umbral: Donde la Ciudad Eterna se Convierte en Sagrado

Antes de cruzar el gran pórtico, hay que detenerse un momento. Miro hacia atrás: la perspectiva de la Via della Conciliazione fue ideada por Mussolini para glorificar la conexión entre Italia y el Vaticano. Pero hay un detalle curioso: los adoquines de la plaza tienen marcas discretas que señalan dónde pararse para ver las columnas de Bernini alinearse perfectamente, creando un efecto óptico de transparencia.Gracias a un fotógrafo, con su trípode, amablemente me corrige en mi profunda ignorancia.

La Nave Central: Un Museo de Maravillas Ocultas

Al entrar, el impacto es inevitable. La inmensidad me envuelve, pero no hay que precipitarse hacia el Baldaquino de Bernini. En su lugar, hay que mirar al suelo. Ahí está la Rota Porphyretica, un disco de pórfido rojo donde los emperadores medievales se arrodillaban para ser coronados. Dicen que si lo pisas con el pie derecho y giras tres veces, tendrás suerte… aunque los guardias no aprueban el ritual. ( esos giros me recuerdan a un político chileno)

A la derecha, casi escondida, está la Pietà de Miguel Ángel, protegida tras un cristal a prueba de balas desde el ataque de 1972. Pero ¿sabías que es la única obra que firmó? Busca su nombre tallado en la cinta que cruza el pecho de María: "MICHAEL ANGELUS BONAROTUS FLORENTINUS FACIEBAT".

El Transepto: Tumbas, Reliquias y un Papa Incorrupto

Me dirijo hacia el altar mayor. Bajo la cúpula, el Baldaquino de bronce de Bernini brilla con un secreto: su metal procede, según la leyenda, del Panteón, fundido por orden del papa Urbano VIII. Los romanos de la época murmuraban: "Lo que no hicieron los bárbaros, lo hicieron los Barberini" (el apellido del pontífice).
A la izquierda, en el altar de San Jerónimo, yace el cuerpo momificado del papa Inocencio XI, con su rostro cubierto por una máscara de plata. Murió en 1689, pero su cuerpo se conserva de manera inexplicable. Los devotos dejan notas pidiendo milagros… y algunos juran que sus plegarias han sido respondidas.

La Cúpula: Subiendo al Cielo

Si tienes valor (y buen estado físico), sube los 551 escalones hacia la linterna de la cúpula. Ese día, era imposible, hasta el más osado. En otro viaje, pude subir y admirar el paisaje. A mitad de camino, te puedes  asomar al interior justo sobre el altar mayor y ver los mosaicos desde una perspectiva que pocos contemplan. Desde arriba, Roma se despliega como un mapa renacentista, y si miras con atención, distinguirás un detalle intrigante: las estatuas de los santos en la fachada están colocadas de tal manera que, al atardecer, sus sombras apuntan hacia los lugares sagrados de la ciudad.


Tras las Huellas de Bernini: Un Viaje Íntimo por las Capillas de San Pedro

El rumor de los pasos , de una multitud en shorts y poperas, ( son los tours menos piadosos que uno puede encontrar) se pierde bajo la bóveda celestial de la Basílica. A mi izquierda, la Capilla del Bautismo brilla con su mosaico de Cristo en el Jordán, pero es en las capillas laterales donde la genialidad de Bernini y otros maestros cobra vida. Me adentro, dejando atrás el bullicio central, buscando esos rincones donde el mármol parece respirar.

La Capilla del Santísimo Sacramento: El Lugar donde el Barroco se Hace Oración

Una reja dorada custodia el acceso. Dentro, la luz tenue se filtra desde la cúpula menor, iluminando el Tabernáculo de Bernini, una obra maestra en bronce dorado que parece flotar. Dos ángeles de mármol lo custodian, pero hay un detalle que pocos notan: sus rostros no son idénticos. Uno mira al cielo, extático; el otro, hacia el altar, como vigilante. Bernini quería representar la dualidad de la adoración: éxtasis y reverencia.
En el suelo, una lápida marca el lugar donde Inocencio VIII fue enterrado antes de ser trasladado. Si te agachas, verás una inscripción casi borrada: "Hic decet silentium" (Aquí conviene el silencio). Una advertencia perfecta para este santuario de oro y sombras.

La Capilla de la Piedad: Más Allá de Miguel Ángel

Aunque la Pietà atrae todas las miradas, la capilla que la alberga guarda otro tesoro: el mosaico de la Virgen del Perpetuo Socorro, escondido en un nicho lateral. Es una copia exacta del icono bizantino venerado en Roma durante siglos. Los devotos dejan velas encendidas, y si te fijas en el suelo, verás pequeñas marcas en forma de cruz: son los lugares donde los peregrinos se arrodillaban para rezar antes de que se instalaran las barreras.

El Monumento a Alejandro VII: La Danza de la Muerte y la Gloria

Avanzando hacia el transepto derecho, me detengo ante una de las obras más teatrales de Bernini: el monumento funerario de Alejandro VII. El papa, arrodillado en oración, es escoltado por cuatro figuras femeninas que representan la Caridad, la Verdad, la Prudencia y la Justicia. Pero lo que roba el aliento es la Muerte: un esqueleto de mármol que emerge desde abajo, sosteniendo un reloj de arena.
Hay un secreto aquí: la Verdad tiene un pie sobre un globo terráqueo… que muestra Inglaterra. ¿Una alusión a los conflictos del papa con el anglicanismo? Bernini nunca lo confirmó, pero los guías susurran que sí.

La Capilla Clementina: El Secreto de los Papas Olvidados

Casi escondida detrás del altar mayor, esta capilla alberga los restos de San Gregorio Magno y San Jerónimo, pero su verdadera joya es el techo. Los frescos, obra de Giuseppe Cesari, muestran ángeles en perspectiva sotto in su (desde abajo), creando la ilusión de que vuelan hacia el cielo. Si te colocas bajo el centro y gritas (en voz baja), el eco responde como un coro celestial.
Aquí también está la tumba de Pío VII, el papa que desafió a Napoleón. Su rostro, esculpido por Thorvaldsen, muestra una serenidad inquietante. Cuentan que, cuando lo exhumaron para su traslado, su cuerpo estaba incorrupto, y sus manos aún sostenían un crucifijo.

El Coro de los Canónigos: Donde los Muros Cantan

Detrás del altar papal, un pasillo estrecho conduce al Coro, reservado para los clérigos. Los asientos de madera tallada tienen un detalle peculiar: debajo de cada uno, hay un pequeño compartimento donde los canónigos guardaban sus misales… y, según rumores, frascos de vino para aguantar las largas ceremonias.
Las paredes están tapizadas con tapices del siglo XVII, pero uno llama la atención: "El Milagro de los Peces", donde las redes están bordadas con hilos de plata que, con la luz de las velas, parecen moverse.

El Baldaquino: El Coloso de Bronce que Esconde un Juego Divino

Regreso al centro, vuelvo sobre mis pasos, bajo la cúpula. El Baldaquino de Bernini se alza como un gigante barroco, pero hoy miro hacia arriba. En las pechinas, cuatro ángeles sostienen los símbolos papales… pero uno de ellos, el que mira hacia la Pietà, tiene una expresión de dolor. ¿Un homenaje de Bernini a Miguel Ángel?

Y luego está el suelo. Justo debajo de la cúpula, una losa circular marca el "Centro del Cristianismo", el punto exacto donde, según la tradición, se cruzan las líneas espirituales de la Basílica. Pisarla es como estar en el ombligo del mundo católico.

Epílogo: La Basílica cuando Cae la Noche

Al salir, las luces se encienden lentamente. Los mosaicos brillan como si estuvieran vivos, y las estatuas proyectan sombras alargadas que parecen moverse. En la penumbra, la Basílica se transforma: ya no es un monumento, sino un ser que respira historia.

Bernini dijo una vez que su arte buscaba "unir el cielo y la tierra". Aquí, entre capillas olvidadas y ángeles de mármol, lo logró. Y por un momento, mientras la última luz se cuela por la ventana de la Gloria, casi puedo oír susurrar a los santos en las paredes.

 

La Tumba de San Pedro

 



 

La tumba de San Pedro, ubicada bajo el altar mayor de la Basílica de San Pedro en la Ciudad del Vaticano, no fue diseñada en el sentido arquitectónico moderno, sino que se desarrolló a lo largo de siglos mediante una serie de intervenciones históricas y religiosas. 

Su forma y ubicación actuales son el resultado de las contribuciones de múltiples figuras, principalmente vinculadas a la construcción de las basílicas erigidas sobre el terreno. A continuación, se presenta un desglose claro basado en la evidencia histórica: Entierro inicial (siglo I d. C.): Según la tradición católica, San Pedro fue crucificado boca abajo en el Circo de Nerón alrededor del año 64 d. ​​C. y enterrado en una sencilla fosa en una necrópolis cercana en la Colina Vaticana.  

Esta tumba original era una modesta bóveda subterránea, probablemente un sarcófago de piedra en un cementerio pagano y cristiano a lo largo de la Vía Cornelia. No se asocia a ningún diseñador específico con este entierro inicial, ya que seguía las costumbres funerarias cristianas primitivas. Trofeo de Gayo (siglo II d. C.): Alrededor del año 160 d. C., se construyó un pequeño monumento funerario, conocido como el "Trofeo de Gayo", sobre la presunta tumba. Se trataba de un sencillo edículo (un pequeño santuario) con un nicho, dos columnas de mármol y una losa de travertino, según lo descrito por el sacerdote Gayo en una carta alrededor del año 200 d. C. 

La estructura probablemente fue encargada por los primeros cristianos para marcar el lugar de peregrinación. No se menciona a ningún diseñador en particular, pero fue un esfuerzo colectivo para honrar el martirio de Pedro. Basílica de Constantino (siglo IV d. C.): El emperador Constantino I, junto con el papa Silvestre I, construyó la primera Basílica de San Pedro entre los años 320 y 327 d. C., centrada sobre la tumba. Constantino encerró el Trofeo de Gayo en un cofre de mármol, creando una tumba monumental descrita por Eusebio de Cesarea como una "tumba espléndida". El diseño de la basílica garantizaba que la tumba estuviera directamente debajo del altar, lo que establecía su significado sagrado.  

Si bien Constantino financió y supervisó el proyecto, el diseño arquitectónico se atribuye a ingenieros imperiales, sin que se nombre a ningún arquitecto en particular. Altares y mejoras posteriores: Siglo VI: El papa Gregorio Magno (590-604) elevó el altar para proteger la tumba y facilitar la liturgia, manteniendo su posición sobre ella. Siglo XII: El papa Calixto II (1119-1124) construyó un nuevo altar sobre la tumba. Siglo XVI: El papa Clemente VIII (1592-1605) construyó otro altar, que posteriormente se incorporó a la basílica actual. Basílica renacentista (siglos XVI-XVII): La actual Basílica de San Pedro, construida entre 1506 y 1626, fue diseñada por arquitectos como Donato Bramante, Miguel Ángel, Carlo Maderno y Gian Lorenzo Bernini. Miguel Ángel, como diseñador principal desde 1547, se aseguró de que la cúpula estuviera centrada sobre la tumba, reforzando su eje central espiritual y arquitectónico.  

Las contribuciones de Bernini fueron particularmente significativas: Baldaquino (1624-1634): Bernini diseñó el enorme dosel de bronce (29 metros de altura) directamente sobre el altar mayor, que marca la ubicación de la tumba. Encargado por el papa Urbano VIII, se utilizó bronce, según se dice, extraído del Panteón. Grutas Vaticanas y Confesión: Bernini también diseñó cuatro capillas y accesos a las Grutas Vaticanas, donde la tumba es visible en el "Nicho de los Palio", cerca de la Confesión, lo que facilita el acceso a los peregrinos. 

Contexto arqueológico (siglo XX): Las excavaciones de 1939 a 1949, iniciadas bajo el papa Pío XII para enterrar al papa Pío XI cerca de la tumba, descubrieron la Necrópolis Vaticana y confirmaron el Trofeo de Cayo. Ludwig Kaas supervisó las excavaciones, y la arqueóloga Margherita Guarducci identificó posteriormente huesos que se cree que pertenecen a Pedro, aunque la certeza sigue siendo objeto de debate. Estos esfuerzos dieron forma al acceso moderno a la tumba, pero no alteraron su diseño.