domingo, 13 de abril de 2025

Historia de mis Paseos

 


 Mi método como paseante urbano es simple: camino sin mapa y sin brújula, dejándome guiar únicamente por la curiosidad. No tengo prisa por llegar a ningún lugar. No hago planes muy detallados. Voy a donde mis pasos me lleven, confiando en el azar y el capricho para conducirme a encuentros fortuitos y pequeños descubrimientos.

A veces me detengo horas frente o dentro de una tienda, como suele suceder con las librerías de Buenos Aires, o aquellas de Edimburgo, donde nadie te apura. Otras, sigo desde un café a algún desconocido que despierta mi interés, imaginando su vida privada a partir de sus gestos y vestimenta. Cuando la ciudad me abruma, busco refugio en algún parque o jardín, esos oasis donde se filtra la calma de la naturaleza.

Para mí, cada paseo es una aventura en miniatura, un acto de exploración y descubrimiento. Voy por la ciudad como el naturalista va por el campo, atento a cada detalle, maravillándome ante la diversidad de la vida. Puede parecer una suerte de Acto Poético, y solo aquellos que lo han sentido me entenderán sin un prejuicio de frivolidad.

El flâneur está siempre alerta, con los sentidos aguzados. Abriéndose a leer la ciudad como quien lee un libro: en cada esquina hay un párrafo, en cada rostro una historia. Con paciencia logro descifrar el idioma secreto de la calle.

Comparto así la visión de Baudelaire, para quien el paseante solitario es "un príncipe que disfruta en todas partes de su incógnito". La ciudad es mi reino, y mis súbditos son la muchedumbre anónima.

El verdadero flâneur camina sin propósito y es justamente esta falta de dirección lo que permite el hallazgo de lo inesperado. Dejo que la ciudad me sorprenda, me conmueva, me replantee mis certezas sobre la condición humana.

Cada jornada de vagabundeo urbano es para mí una aventura introspectiva. Entre la muchedumbre me encuentro a mí mismo. La ciudad parece disolverse en mi interior. Me siento parte del pulso anónimo de la multitud.

Soy un espectador invisible que se mezcla en el gran teatro de la calle. Y la ciudad es mi musa, mi maestra, mi galería y mi escenario. Mis paseos son el homenaje a esa gran dama siempre fascinante que es la urbe son alma. Ciudades sin alma, no son parte de mi repertorio. Las he vivido y las he escapado.



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