viernes, 18 de abril de 2025

Diálogo entre Bramante y el Papa Julio II

 

 



Roma, 1506

En una sala del Palacio Apostólico, iluminada por la luz que entra por los ventanales, el Papa Julio II recibe al arquitecto Donato Bramante. Sobre una gran mesa de madera oscura se extienden varios planos y bocetos.

Papa Julio II: (con voz potente) Bramante, por fin ha llegado. Decidme, ¿has traído los nuevos diseños para San Pedro como os lo pedí?

Bramante: (haciendo una reverencia) Santidad, aquí los tengo. He pensado día y noche en este proyecto divino que me ha encomendado.

Papa Julio II: (tomando uno de los planos) Muestre entonces lo que vuestra mente ha concebido para la mayor gloria de Dios y de mi pontificado.

Bramante: (desplegando con cuidado un gran pergamino) Ved, Santidad. He ideado una estructura basada en la más perfecta de las formas: la cruz griega. Cuatro brazos de igual longitud coronados por una gran cúpula central, inspirada en el Panteón de nuestra Roma.

Papa Julio II: (estudiando el plano con interés) Maestro Bramante, esto no es una simple iglesia... es una revolución.

Bramante: (con entusiasmo apenas contenido) Así es, Santísimo Padre. La vieja basílica de Constantino se cae a pedazos. No merece la pena repararla. Debemos construir algo nuevo, algo que nunca se haya visto, algo digno del príncipe de los apóstoles.

Papa Julio II: (acariciándose la barba) ¿Y qué hay de los costos? El tesoro pontificio no es infinito, aunque a veces parezca que yo lo trato como tal.

Bramante: (con una leve sonrisa) Santidad, no os engañaré. Será costoso, muy costoso. Pero, ¿acaso puede ponerse precio a la casa de Dios en la tierra? ¿No decíais vos mismo que Roma debe mostrar al mundo su grandeza?

Papa Julio II: (golpeando la mesa con el puño) ¡Por las llaves de San Pedro! Tiene usted toda la razón. Este proyecto consumirá una fortuna, pero cuando los fieles de toda la cristiandad vengan a Roma y contemplen esta maravilla, sabrán que la Iglesia es eterna e inquebrantable.

Bramante: (señalando detalles en el plano) Mire estos contrafuertes, estos pilares. Sostendrán la cúpula más grande jamás construida desde los tiempos de los antiguos romanos.

Papa Julio II: (con cierta preocupación) ¿Y usted esta  seguro de que esto es posible? No quisiera que la estructura se viniera abajo en futuras generaciones.

Bramante: (con absoluta confianza) Santidad, he estudiado las ruinas de la antigua Roma durante toda mi vida. Los secretos de sus constructores son mis secretos ahora. Le aseguro que esta edificación perdurará mil años.

Papa Julio II: (mirando por la ventana hacia el Vaticano) ¿Cuánto tiempo va a necesitar?

Bramante: (dubitativo) Eh... esa es una pregunta difícil, Santidad. Una obra como esta...

Papa Julio II: (interrumpiéndolo) Hableme  con franqueza, Bramante. Soy viejo y quiero ver terminada la nueva San Pedro antes de reunirme con mis predecesores.

Bramante: (con honestidad) No creo que viviréis para verla terminada, Santísimo Padre. Ni yo tampoco. Una obra así requiere décadas, quizás más.

Papa Julio II: (frunciendo el ceño) ¡Por todos los santos! ¿Tanto tiempo?

Bramante: (con firmeza) Pero podrá ver los cimientos y los primeros pilares elevarse hacia el cielo. Y vuestro nombre quedará grabado para siempre en la historia como el iniciador de la más grande iglesia de la cristiandad.

Papa Julio II: (después de un momento de reflexión) Muy bien, Bramante. Demuela la antigua basílica. Empiece cuanto antes. Quiero poner la primera piedra yo mismo.

Bramante: (inclinándose) Así se hará, Santidad. Y permitidme deciros que las generaciones futuras os recordarán como a Julio César o Augusto. Usted transformará  Roma como ellos lo hicieron.

Papa Julio II: (sonriendo complacido) Me gusta esa comparación. Aunque preferiría que me recordaran como a Salomón y su gran templo.

Bramante: (asintiendo) Y así será, Santísimo Padre. Así será.

Papa Julio II: (volviendo a los planos) Ahora explqueme estos detalles aquí. Quiero entender cada piedra que se colocará en mi basílica.

Bramante: (acercándose a los planos) Por supuesto, Santidad. Como puede ver aquí...

Y así, en aquella sala del Vaticano, dos hombres ambiciosos planearon la construcción de uno de los edificios más impresionantes que el mundo jamás ha visto.

 

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