sábado, 12 de abril de 2025

Mis Viajes

 



 Siempre he sido un caminante solitario, un paseante impenitente de ciudades. Desde mi juventud he sentido una irresistible atracción por deambular sin rumbo fijo por las calles, dejándome llevar por el azar y el capricho. En cada esquina, en cada vitrina, en cada rostro desconocido que se cruza en mi camino encuentro motivos para detenerme, observar, reflexionar. Soy un flâneur.

La palabra Flâneur proviene del francés y originalmente se refería a un ocioso, un haragán, alguien que pasa el tiempo sin hacer nada productivo. Pero para mí el flâneur es mucho más que un vago. Es un paseante apasionado, un explorador urbano, un detective amateur de la vida citadina. El flâneur camina sin prisa, con los sentidos alerta, dejando que la ciudad le susurre sus secretos.

Mi fascinación por este peculiar arte del paseo nació cuando era aún muy joven. Recuerdo mis primeros deambulares solitarios por los barrios de mi ciudad natal, sintiéndome por primera vez libre para ir a donde mis pasos quisieran llevarme. Eran tiempos donde los niños y jóvenes, podíamos sentir la ciudad, sentirla sin miedos. Hoy, veo a mis nietos, y es imposible transmitirles esta realidad de hace 60 o más años.
Descubrí entonces ese placer único de caminar por el simple gusto de caminar, dejando vagar la mente, impregnándome de las atmósferas que tenían los barrios de Santiago.

Con los años mi afición se volvió una verdadera obsesión. Empecé a documentar mis caminatas, llenando cuadernos con mis observaciones, con retratos de desconocidos, con reflexiones suscitadas por algún detalle pintoresco. Así nació mi vocación de flâneur y memorialista de la vida callejera. Guiados por nuestros profesores de arquitectura, recorriendo lugares con unas hojas para tomar Croquis, y aprender a observar. Caminar y observar.

El arte del flâneur floreció especialmente en el París de mitad del siglo XIX. Poetas como Baudelaire y pintores como Manet encontraron en la figura del paseante ocioso un símbolo del espíritu bohemio y moderno. Para ellos, el flâneur encarnaba al artista sensible que logra encontrar belleza e inspiración en los detalles prosaicos de la vida urbana.

Yo también he elegido las bulliciosas calles de París como mi patio de juegos, las veces que he estado sin prisa. Para el flâneur, no hay escenario más rico que una gran urbe cosmopolita, con su particular actividad humana, su mezcla caótica de razas , arquitectura y clases. El anonimato que brindan las multitudes de la ciudad es para mí una invitación a observar libremente, a dejar volar la imaginación.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario